Escrito por Anna Isabel Tamargo
El Papa te invita a un proyecto común
Hace cinco años, el Papa Francisco compartió con nosotros un gran regalo, su Encíclica Laudato Si’. En ella, hace énfasis sobre el cuidado de la casa común y nos invita a reflexionar y buscar soluciones al actual modelo
productivo y consumista que rápidamente degrada el medio ambiente y en
el que persisten las desigualdades y pobreza. Además, nos hace un llamado
a la acción, a un movimiento conjunto y nos dice:
“La interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un
proyecto común” (LS’, p164)
¿Y por qué el papa Francisco hace énfasis en la interdependencia en este
proyecto común?
Ante esta responsabilidad de construir un nuevo modelo, debemos recordar que estamos conectados con el resto de la familia humana, con lo creado y con las generaciones futuras. El Papa nos lo recalca en la Encíclica: todas las criaturas están conectadas, cada una debe ser valorada con afecto y admiración, y todos los seres nos necesitamos unos a otros (LS’, 42).
Seguidamente, agrega: estamos incluida en ella [la naturaleza], somos
parte de ella y estamos interpenetrados (LS’, 139).
Además de la conexión con la tierra y los humanos, el Papa nos enfatiza que hay una interconexión entre la economía, la sociedad y el medio ambiente, por lo que no podemos pensar y actuar como si nos encontrásemos con varias crisis aisladas. Nos enfrentamos a una sola y compleja, por lo que, al plantear estrategias ante los problemas actuales, la solución debe partir de un enfoque integrado: mientras combatimos la pobreza y las desigualdades, busquemos proteger la naturaleza. Es así, como lograremos un desarrollo sostenible e integral.
Con base en lo anterior, me atrevo a decir que no podemos suponer que este es un trabajo únicamente de economistas en la parte económica, o de los ambientalistas en los desafíos ambientales, ¡es un trabajo en conjunto! Por ejemplo, debemos evaluar nuestro modelo de producción y consumo actual, el cual no es sostenible. Para ello, necesitamos la visión de todos los campos, que cada uno aporte desde su experiencia para así construir un nuevo modelo sostenible y más humano. Además, hemos visto cómo esto no es un trabajo únicamente de los políticos o las organizaciones internacionales: nuevamente, resulta un trabajo de todos: los gobiernos, las empresas proveedoras y productoras, de los ciudadanos (como consumidores y/o trabajadores). Si bien es cierto que necesitamos un marco global, como hemos visto, los desafíos de un país afectan a otros; también necesitamos acciones nacionales y locales en el que cada uno de nosotros busquemos más allá del beneficio económico y nos centremos más en las personas.
Necesitamos acciones personales, pequeños (y ojalá que grandes) cambios
en nuestra forma de desplazarnos, de consumir, de comprar o de producir.
Y todo esto no es posible sin una conversión interior. Una conversión que
tiene que proceder de la humildad. ¿Dónde estabas tú cuando yo creaba la
tierra? Le responde por fin Dios a Job (38:4) cuando este le clama en mitad
de su sufrimiento. La humildad es fruto de la verdad, de reconocer que
somos como diría San Juan Pablo II un latido en el corazón de Dios, somos ”alguienes infinitos”, pero cuyo valor no procede de nosotros mismos, sino del Don de la vida, de la creación que hemos recibido, que no nos hemos dado. El planeta con su belleza y armonía está ahí para recordárnoslo. Y nosotros somos muchas veces expertos en cambiar su integridad y belleza por su utilidad y de medir el ser del mundo por su valor de intercambio.
Los jóvenes reclaman un cambio y aspiran marcar la diferencia. El Papa ha
dado un primer paso invitando a los jóvenes a un encuentro en Asís. Nos
invita a que reflexionemos juntos y planteemos un nuevo modelo no sólo
económico, sino un modelo, un ideal de vida que sea inclusivo, que sea
humano y que cuide del medio ambiente, en fin, un modelo de desarrollo
solidario, integral y sostenible. Solidario porque en él todos encontremos la
llamada del Padre a construir un mundo mejor. Integral porque esté
orientado a mantener la integridad de la creación partiendo de nuestra
conciencia de criatura que ha recibido el don de la vida. Y sostenible para
que las siguientes generaciones puedan recibir un mundo mejor que el que
recibimos nosotros gracias a nuestro trabajo.
Ha llegado el momento de transformar ese sueño en acción. Ya hemos visto cómo en todo el mundo se han organizado eventos preparatorios, donde los jóvenes se encuentran debatiendo y compartiendo sus ideas. Vamos con ilusión a Asís. Y esperamos que el encuentro sea un inicio de vocaciones aún por descubrir en cada uno de nosotros. Los jóvenes queremos encontrar y desarrollar algo que se convierta en una pasión en nuestras vidas.
Queremos estar juntos y por ello tendremos que tener la voluntad de
organizarnos para crear juntos acciones e iniciativas, que por pequeñas que
sean, irán sumando a la creación del bien común a la que tanto aspiramos.